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Rituales de Magia Negra

Cuando alguien quiere vengarse de una persona que le ha perjudicado de alguna manera y la ley no puede intervenir para hacer pagar las culpas al malvado, es bastante frecuente que el perjudicado intente hacer justicia por medio de la Magia Negra.
Rituales de Magia Negra
La Magia Negra comprende todas aquellas prácticas y rituales destinados a causar daño a los demás, sea a causa de una venganza o por el solo placer de hacer el mal, con algún beneficio marginal o sin él.
Cuando alguien quiere vengarse de una persona que le ha perjudicado de alguna manera y la ley no puede intervenir para hacer pagar las culpas al malvado, es bastante frecuente que el perjudicado intente hacer justicia por medio de la Magia Negra.
La Magia Negra comprende todas aquellas prácticas y rituales destinados a causar daño a los demás, sea a causa de una venganza o por el solo placer de hacer el mal, con algún beneficio marginal o sin él.
El ritual que damos a continuación es ideal para producir ruidos y sonidos extraños en una casa y que sus moradores vivan en continuo temor. Puede emplearse contra un seductor, un capataz de mal carácter que abuse de su cargo, un dueño despótico y explotador, una persona que por ambición cause daño a la familia del oficiante, etc. No hay lugar ni persona que pueda escapar del maleficio si se ejecuta al pie de la letra.
Como en todos los rituales, el operador debe buscar un sitio solitario.
Entre once y doce de la noche se encerrará en una habitación a propósito y trazará en el suelo, con carbón exorcizado, un círculo mágico, dentro del cual se hallará el oficiante y un fogón de barro cocido, con carbones encendidos. En el fuego se echarán las plantas siguientes: valeriana, serpentaria, mirto, mandragora, estramonio, laurel y cerezo.
Una vez tenga a punto todos los ingredientes y el fogón arda con las citadas plantas, tomara un cuchillo mágico de mango negro y con él hurgará constantemente el fuego haciendo la siguiente invocación a los entes maléficos:
«Sanctus, Sanctus, Sanctus Lucifer, w Leviathan, Belcebú, Astaroth, Frimost, Silchardey, Guland: a vosotros me dirijo en mis plegarias y súplicas en el momento solemne de esta invocación, y os demando, en plazo, cito y obligo por el poder misterioso de esta sangre,…
(Al llegar aquí el oficiante, debe cortar la cabeza de un lagarto y dejar caer la sangre sobre el fuego)
…, que derramo en holocausto a vuestra dignidad. Acudid, acudid, acudid pronto a la casa
(Aquí se ha de dar las señas de la casa que se desea maleficiar, incluyendo el nombre del principal morador)
… y sin compasión quiero que produzcáis ruidos espantosos…
(en este momento debe echarse un sapo vivo al fuego, si es preciso manteniéndolo en él con unas largas tenazas)
…, movimientos de muebles, que se tambaleen y caigan, que vayan de un lugar a otro, que se apaguen las luces…
(se echan ahora tres murciélagos al fuego, manteniéndolos también con unas largas tenazas)
; reuniendo para ello toda aquella fuerza invisible que permite arrastrar las cadenas y los grillos, los tornillos y armazones de los patíbulos, las rejas de las prisiones, las llaves de los calabozos y todo aquello que ha servido para hacer padecer a los criminales condenados a la horca y cuyos espíritus no han llegado aún a vuestra presencia».
«¡Oh Lucifer!, aprovecha sus iras y dirígelos a la casa que odio, a la casa que deseo ver convertida en un infierno, a la casa en la que quiero que no haya paz ni sosiego. ¡Lucifer!, haz que estos espíritus errabundos y rabiosos permanezcan allí por los siglos de los siglos.»

Mientras dure esta imprecación, el oficiante debe estar hurgando el fuego con el cuchillo de mango negro, con el corazón lleno de ira contra el enemigo, y empleando su imaginación intentará visualizar cómo se cumplen sus deseos en la casa que se está maleficiando. Puede ayudarse teniendo a la vista una fotografía de la casa en cuestión, y recordar que la energía de sus pensamientos adoptará una forma material exactamente igual a como se construyan los mismos. Debe visualizar hasta el más mínimo detalle y emanar un odio profundo, canalizándolo exactamente en la dirección deseada, sin titubeos, sin divagaciones mentales. Si se cumplen todos estos requisitos, no cabe duda de que la residencia de la persona enemiga se convertirá en una verdadero oscuridad.





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